2007/02/22

El amor en la era informática



Pues sí. Aunque comience parafraseando antónimicamente a Drexler, no me voy a referir a la tendencia esa remasticadísima y súper analizada de buscarse un match guachi güichi al otro lado del planeta teclear sin dormir ni comer durante la madrugada de cuatro meses y terminar protagonizando una peli gringa del amor en tiempos en la tercera ola o descubrir como comic de Maitena que todo era mentira, postgrado inminente en España incluido.
Me refiero a una-unitica de las facetas de lo que significa explorar sobre alguna de las fases del enamoramiento virtual: conocer. Conocer desde que tecleas el nombre del susodicho en la Internet y el resultado de la búsqueda fue de 0.09 segundos... Sí, así mismo. Un historial que aunque parezca no muy confiable, oteas con una urgencia exhaustiva porque puedes acceder sin mayores restricciones (by now...) y finalmente sabes lo que buscas.
Anoche, viendo desde la penumbra de la duermevela un programa de entrevistas en la tve, sentí como la imagen borrosa que me proyectaba la tele se volvía de pronto nítida, brillante y aterciopelada. Creo que lo me enganchó fue ese tono a hip hop flamenquillo. Sí, sin duda. Puedo volver a Sevilla sólo para escuchar hablar a aquel vendedor todo cante jondo todo palmas y vendedor de churros con chocolate en el puente de Triana... mención aparte la luz que bañó al Guadalquivir aquella noche, agarradísima de la mano de mi flaco, tarareando las canciones del show en el patio sevillano...
Decía pues que el acento en cuestión se llama Rafael Amargo. Un par de trucos sinestésicos por parte de mis neurotransmisores mientras la imagen cada vez más nítida, insisto, refiere con ademanes sureños andaluces de ensueño no sé qué lío con el carnaval canario y brinda más detalles de los que debería sobre lo que se gastó en producción y listo, ya guardé para siempre ese nombre como candidato del buscador en algún nanosegundo de ocio editorial. Ahhh siii me encanta el cotilleo de la madre Patria, con sus tribunales dominicos inquisitoriales sobre los asuntos más triviales (tal cual como en la peli de Alatriste, sin perder detalle) y absurdos hasta el hastío. Ojo, que lo disfruto como una cosa exótica y de a ratitos dominicales, porque la verdad es que hace rato que inscribí a todos y cada uno bajo la lupa de la moral virtuosa aristotélica y ya no sufro desengaños con naiiidennn...
Decía pues, que gracias a aquel programa de entrevistas descubrí, más bien redescubrí a Amargo... moreno, diciendo fatá fatá y mira que... cada tres segundos y para colmo de mi axis mundi platónico bailaor, y de los reconocidos, sí señor.
Yo, enfundadísima en un traje de apasionado diseño y con más ganas que aptitudes llegué hace unos añitos pero igual tarde a interpretar el flamenco sobre las tablas del salón de baile y ensayos de La Colmena. Gracias a Marian Monrró viví y disfruté desde Camarón hasta el Intro de Barí, uno de mis favoritos de Ojos de brujo. Y aunque sueño con volver a taconeá y dibujar piruetas y retá y cantar y armar jaleo, ahora, mientras me dedico a otros menesteres, puedo seguir ensoñada disfrutando la pasión del más reciente y flamenquísimo concierto de Draco, vacilarme cuanto tablao se cruce en el itinerario o recordar uno de mis momentos kodak de jaleo en pleno centro de Triana.
Claro, me encanta la fusión del flamenco, lo irreverente e innovador como La cuarta, pa qué negarlo. Aunque sus letras son durísimas más de las veces, me hace sonreír como cuando escucho a la Raquel Winchester y pienso que de verdad hacen falta ovarios para cantarle la verdad a la cara a algunas gentes... No obstante, creo en los talismanes y en el sonido de las campanitas que se mecen al viento en el jardín de ensueño que hemos heredado... así que la música es un mantra, siempre y finalmente. Y si el cuerpo es una extensión de aquella gama infinita de lenguajes, notas, acordes, ritmos y melodías; si todo el sonido se acopla en ese idioma universal del alma del que hablaba Borges al concebir a la música, entonces, nos damos por satisfechos y satisfechas.
Lo sustantivo: me he enamorado de un bailaor que ha sentido a Lorca y a los grandes y que con su voz envolvió mis sueños. Y Olé.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

te extrañaba...
te tienen secuestrada en Alfaguara?

Anónimo dijo...

Epale Dak es Joana
Amigui que bueno está el blog te recuerdo con mucho cariño y gracias por los libros de Perez Reverte, los estoy disfrutando mucho.
tanto hablaste del fulano que lo busque en google y esta bien chevere por cierto jaja ;)
Trabaje mucho por los libros y la buena literatura

Dakmar Hernández dijo...

Hola Anónimo
Gracias por extrañarme...
secuestrada?? masssomenossssss
Ji ji

Dakmar Hernández dijo...

Hula Joa!!
DE nada amiga. Pendiente pa la peli que te va a gustar... coming soon...
qué finu que te gustó el Amargo...
Toy full, pero cualquier cosita, cante!!

Anónimo dijo...

pendiente, pues!
Jo;)