2007/03/26

Una maravillosa realidad, ¡al rescate del Museo de los niños!



Museo de los niñooos maravillooosaaa reaaalidaaaad... Así rezaba el jingle de cierre en exhibición mediática de aquellas maravillas que prometía el Museo de los niños en la televisión de principios de los ochenta. Qué maravillosos domingos pasé en ese lugar. Sí, qué bonito es acordarse con ojos, oídos y un corazón atento de nuestra felicidad infantil. Mi mami, en su afán de perpetuar su formación científica en aquellas disímiles tres nenitas, sólo consiguió que una de ellas se acercara a las Ciencias Sociales... por lo menos...
Adoré hacer periódicos, hacerme protocrestas a punta de estática en aquellos rulos rulísimos que siempre me han coronado la cabeza... allí bailé, reciclé, aprendí, amé aprender. Por supuesto, nada de aquello tenía sentido si no te metías de cabeza en la tienda de Museíto. Así se remataba la tarde de un domingo, programado desde la mañana por mami, quien había organizado algún concierto en la José Félix Ribas, un raudo paseo por la plaza, entrar a los museos, correr por Los Caobos, comer en un parque Central -que ni imaginaba convertirse en el rancho que es hoy en día- y para rematar, hacer la sobremesa jugando en el Museo.

Sebastián, el astronauta

Sebastián, con sus recién estrenados siete añitos, se lució el jueves en una exposición sobre Urano, su azul verdoso y sus cinco satélites principales. El domingo en la mañana decidimos aventurarnos y acercarnos al Museo de los niños, con la oferta del planetario y el transbordador como recompensa ante tamaño ejercicio académico. Después de casi devolver el estómago al subir algunas de las fétidas escaleras que van desde el mugriento estacionamiento hasta el Nivel Lecuna, llegamos, rogando que no nos robaran alguno de los multitudinarios indigentes y personas en situación de calle, a la taquilla del museo.

Debo confesar que me lo imaginé en malísimo estado. Ya habíamos llevado anteriormente a un Sebas chiquitito e interesado sólo en caminar un millón de veces a través del piano gigante. Ese día resultó desoladora la experiencia de ver al museo casi en penumbras, detenido.
Esta vez, la pulcritud de la entrada alimentó algunas remotas esperanzas que me devolvieron la fe en aquel espacio.

Después de esperar unos treinta minutos, una voz temblorosa nos anunció que no iba a darse la función del Planetario. Sebas es adorablemente versátil. Entendió de inmediato que otro día sería la cosa y partimos hacia otros pisos, como si nada, en busca de aventuras. Se me arrugó el corazón al ver a un grupo de chiquitos en compañía de sus maestras absolutamente decepcionados por la falta de proyección. Las fallas eléctricas que arremeten contra el conjunto (Si es que puede llamarse conjunto a aquel deterioro arquitectónico) hacen mella en el funcionamiento del museo.
Finalmente, para un chiquitito no hay explicación que valga.

Para nuestra alegría, el transbordador y la estación espacial funcionan, así como áreas que han recibido una remozada y oportuna intervención de algunos patrocinantes. Los guías, amabílismos, me hicieron recordar a aquellos amigos guías de los que uno se enamoraba de inmediato, a quienes sentías como tus hermanos mayores o el tío divertido de la casa.
Sebas, sin embargo, trazó un itinerario personal, decidió qué era fastidioso y qué no y con esfuerzo nos saludó desde la Luna, desde la parte más alta del carbono del diamante (La molécula) y dale que te pego otra vez en el piano gigante.

Casi tres horas duró el paseo. Por supuesto que quien escribe rememoró algunas de las hazañas, compartió con su hijito algunas actividades especialísimas y se compró un montón de perolitos en una hermosa, iluminada y sorprendente tienda cargada de afiches, coroticos, calcomanías, bolígrafos, adminículos y un vaso retráctil que me tiene enamorada. Félix pidió entrar al transbordador, pero no lo dejaron. Anoche me tocó enfrentarme a un experimentado y pequeño astronauta al jugar Nuestro sistema solar, un interesantísimo juego de mesa diseñado por Cenamec. Por supuesto, Sebas me ganó sin mucho esfuerzo.

A rescatar el museo
No podía evitarlo. Pregunté y pregunté sobre el museo, funcionamiento y mil cosas más. Una feliz noticia: En abril reinauguran el área de Electricidad. ¿Todavía podré magnetizar a mis rulitos naturales?

Hay que salvar el Museo de los Niños, aunque sea para superar la infancia perdida, para sentirse solidario con un proyecto sin comparación que no tiene apoyo del gobierno y que lamentablemente se encuentra encerrado en esa mole de basura, desidia, inseguridad y pobreza futurista a lo Garrido que es Parque Central. Para esta misión rescate existe la Sociedad de Amigos del Museo de los Niños.

Para más info, 573 10 56. También pueden visitar el site del Museo de los niños





De las imágenes: Sebas se preparó, aprendió en una fugaz inducción, caminó sobre la Luna.
Al regresar, nos abrazó y comentó Los extrañé mucho...
Esta mañana, Rafael, compañero de trabajo, amigo y pana por sobre todas las cosas, remata la postal del pequeño astronauta venezolano en la Luna.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué ternura ese chamo
eres so lucky my friend
me anoto en esa movida de salvar el único resquicio de modernidad de la cuarta, antes de que barran con todo.
Moi:)

Dakmar Hernández dijo...

¡¡¡Gracias amoi!!!!
Deberíamos más bien armar una cruzada por Parque Central.
Es una lástima que no sólo nos quedemos sin memoria, sin espacios ni referentes... peor aún que no tengamos qué ofrecerles a los chiquitos en su porvenir.
¿Qué tal el astronauta con converse?
Besitos

Anónimo dijo...

Daki... hace mil años no sé de ti. Hoy quiere llover para siempre y me llegan unas ubérrima de callar. Pero ya te he dicho que al no verte tanto... entonces me afano para decirte: "daki te extraño mucho cada vez que busco mi bono alimenticio en El Perro y la Rana". Queda mi abrazo de testigo, un día visita www.sujetoalmado.com.ve y sabrás que no siempre me atacan estas ganas ubérrimas de no decir más. Tuyo: Chucho

Dakmar Hernández dijo...

Chuchín
Qué alegría que pases por aquí.
Nuevas labores, estudios, quehaceres, menesteres que contarte, conjurando esta distancia de tiempos y memorias que acusan recibo.
Prometo visitarte aunque sea virtualmente. Por ahora, mi abrazo viaja hasta las hermosas montañas que te rodean y te protegen de tanto caraqueño sin remedio.
Pregunto soliloquiamente hablando:¿y es que las búsquedas de bonos alimenticios te impiden llamarme?
Besos, abrazos, cariño, del bueno e invulnerable al vacío.

Anónimo dijo...

Hola dak. amiga muy lindo tu hijo.

Ana M.

Dakmar Hernández dijo...

Hola preciosa
qué honor tenerte por acá.
¡¡Besos!!

Anónimo dijo...

WOW profeee que grande esta sebas! dejeme felicitarla por su excelente blog muy completo y muy bien hecho! de verdad profe la felicitoo ! y bueno espero que siga creciendo como persona! :D un besoo de mi parte y de todo el salon de la "A" que la quiere muchooo!