2007/08/26

Papito



Hay días en que todo son buenas noticias: reencuentros, regalos, sorpresas, logros, proyectos que se inician, otros que se consolidan. Uno anda tan pletórico y entusiasta que entonces hasta deja de escribir. Perdón por la ausencia...

Ando leyendo algunos libros, algunos para reseñas, otros por mera recreación, pues son lecturas que conozco y disfruto. También conseguí una copia maravillosa del Drácula de Coppola (oh, qué feliz soy) y otra de Metrópolis, uno de mis clásicos favoritos. No obstante, ando en una de banda sonora mientras trabajo y trato, infructuosamente, de ordenar algunas cosas, como los recién llegados a la biblioteca, la palm o los estantes de la cocina. Estoy feliz. Que esperen los estantes.

Yo ¿amo? a Miguel

Me descubrí cantando más canciones de las que creía conocer. El trayecto dominical a casa de mi suegra pasa por sortear algunos obstáculos, como que esté cerrada la Francisco de Miranda a punta de bailoterapia o que aún no se pueda transitar por la Cota. La música en ocasiones genera algún juego que nos ayude a pasar el rato. Uno de esos domingos calurosos y soleados donde apenas se avizora en el horizonte la borrosa entrada a la Libertador recordaba de manera impecable, para sorpresa de los flaquitos, los pasos de "Bandido" y aquella chica que bailaba con un pañuelo y tó.

No. Nunca compré un disco de Miguel Bosé. Creo que una de mis tías sí, no lo recuerdo. Mis recuerdos más lejanos son una mención a un adolescente Miguel Bosé en uno de los registros del Dalí de Amanda y la promo de un disco llamado Llena tu cabeza de rock, compilado ochentoso donde encontrabas una o dos canciones acuñadas a punta de radio: me imagino que así me aprendí las canciones de Miguel, víctima de esa tendenciosa repetición en la que terminabas cantando hasta a Jerjes, si te descuidabas.

Y aunque suene odiosa la comparación supra, para mí el Miguelito es un tipazo inteligente, educado y profundamente sensual. La imagen más seductora de Bosé, más allá de su absoluta y atractiva ambiguedad, la encontré en la entrevista que presenta Leonardo Padrón en su libro Los imposibles: conversaciones al borde un micrófono (Aguilar, 2006). Allí Miguel se confiesa, admite que se ha muerto de amor, de pena, que no lidia con la culpa y que nunca se tropieza con la misma piedra ni con la misma persona. Aún no era oceanógrafo ni se había convertido en Papito; sin embargo, la sinceridad del tipo me arrancó no pocos suspiros y aunque ahora se le haya ocurrido (por qué, por qué) cantar con Shakira "Si tú no vuelves", los temas que comparte con Juanes y Alaska, entre otros muchos, resuenan en algunas horas de mis días.

En su site no aparece Venezuela como destino de celebración para los treinta años. Me comentaba acertadamente alguien que es mejor no ver a la gente después de cierto tiempo, so pena de sufrir una desilusión: "No todo el mundo es Madonna" remató. He visto algunas escenas de sus conciertos y no creo lo mismo. Ayer, mientras escuchaba a la princesa Selena Minimoy pensé: ¿Será?

2007/08/18

Mala





Un editor madrileño me comentó como no fue nada fácil compartir un piso en el edificio donde vivía la Mala. El trabajo de composición de la chica era incesante y pácticamente no existía el silencio. Después de algunos ruegos, tuvieron que darle parte a la policía. Nada cambió.
Pasado el tiempo, la Mala se mudó. Y este amigo la extrañó a morir.

La niña
Había tenido la oportunidad de escuchar "Tengo un trato" y "La niña". La sinceridad y la fuerza de sus canciones me atraparon. A propósito de su más reciente trabajo, Malamarismo, una de mis recreaciones favoritas en estos días, estuve buscando algún video de "Menos tú" , pero me imagino que ya vendrá por ahí. Se rumorea que traerán a La Mala Rodríguez a principios de septiembre. Ojalá.

Que lo disfruten.


2007/08/16

Juguetes, títeres y marionetas





Para qué negarlo. Amaba a Plaza Sésamo, los Muppets y los títeres, especialmente al Count von Count de principios de los setenta. Amo cuanto móvil, títere o marioneta aparezca en mi camino; desde los que venden en Imaginarium hasta los que bailan merengue apapachao en la entrada del parque Los Caobos. Hace algún tiempito hasta me atreví a armar mi propio títere bunraku bajo la égida de Sonia y esa gente hermosa y talentosa que compone Naku teatro.

A Sebastián, mi hijito precioso, no le llaman la atención los títeres en lo más mínimo. Aunque nos reímos muchísimo con videos de los Muppets o 31 minutos en youtube, su verdadera afición va por los héroes japoneses y los superhéroes de Marvel. Los muñequitos afelpados, sin dudarlo, le parecen tan desdeñables como Barney y todo ese mundo "para chiquitos" que refiere como una borrosa vida pasada.

Pero a mí sí. Creo que para mi generación los programas educativos, aunque pocos y sometidos a una programación invadida por melcochosas historias de sufrimiento como Marco, Candy candy o la abejita Maya, también contaban con una audiencia respetable. Lejos, lejísimos de la creación de canales especializados en programación infantil, finalmente no tuvimos opción ni la posibilidad de elegir lo que queríamos ver: contamos con una mano los programas didácticos o edificantes. Consumidora pasivísima y paradójicamente amante temprana de los libros, en mi view master mental aparecen desde la moqueadera de Verónica Castro en "Los ricos también lloran", Chispita, S.O.S. S.A., El hombre par, Fantasmagórico y Los monstruos del espacio hasta Señorita cometa y el intrépido volador. Hasta ahora no he podido descubrir cómo me reía de los chistes de los Banana Splits, en qué momento empecé a relacionar al gato de este show, Bingo, con el de Alicia en el país de las maravillas, el gato de Cheshire. No recuerdo en cuánto tiempo me aprendí todas las canciones del Libro de la Selva, creo que Terry me rompió el corazón unas cuantas veces y sólo Dios sabe cuánto recé por tener un robot Afrodita.

Dedicada a coleccionar libros, obsesa con la literatura romántica, la pintura española, la poesía maldita y dispuesta a adquirir libreticas de todas las formas y colores posibles, descubrí mi soterrada afición por los títeres durante un encuentro en Bogotá al que asistí hace unos nueve o diez años. El día de mi cumpleaños, después de las ponencias, me premiaron con una función de teatro maravilloso para niños que hace Iván Darío Bernal y el grupo La libélula dorada. La obra "Los espíritus lúdicos", reconocida y premiada internacionalmente, fue un encuentro singular, maravilloso y aleccionador: un teatro para niños que contaba con una estructura arquitectónica precisamente para niños, donde existía proximidad y la posibilidad de crear una atmósfera de intimidad y encuentro. Esta idea de un teatro infantil genuino la comparten coterráneos teatreros tan importantes como Armando Carías, fundador y director de El Chichón y uno de los pocos que plantea bien en serio lo del protagonismo de los niños y las políticas culturales como escenario de acción continua, más que de "eventismos" o programaciones especiales. No creo que esté lejos el día en que podamos contar con planes de acción cultural donde los niños sean protagonistas. Ojalá.

Aún impactada por aquella obra magnífica, paseaba una de esas tardes por el bellísimo barrio colonial de La Candelaria dedicada, en soledad autónoma, a buscar libros y juguetes para los chiquitos de mi familia. Ya había terminado la tarea y andaba saboreando unos buñuelitos, cuando me topé con Beto y Enrique, de plaza Sésamo, sentaditos en una vitrina. Más añitos atrás, encontré a los viejitos súper críticos del show de los Muppets sentados en la vitrina de la Tienda del Cine, y después de pensarlo muy poco, rechacé hacer la compra de los muñequitos. Esta vez no iba a hacer lo mismo, así que después de examinarlos rápida y compulsivamente, me los llevé.

Un par de años después, con mi barriguita talla L, paseando por un agobiante centro comercial y comprando ropita de talla mínima para recibir al inminente Sebas, encontré al Conde von Count y a Cookie monster. Mi colección estaba completa.

Defensora de la memoria, de los juguetes de culto, por eso de andar privilegiando los espacios de comunión y recreación, tengo algunos aparejos que ya tienen unos cuantos años conmigo y que sigo alimentando de forma ritualística. En mi colección memorable los más recientes son una Frida Kahlo que me regaló mi suegra, unos quitapesares guatemaltecos que me regaló mi cuñada Ada y una escultura preciosa de una chica embarazada, del artista venezolano José Miguel G.; titulada "Ella en el columpio" que traje a casa esta semana. No tengo muñequitos kitsch como los de Burton o Spawn (bueno, la Janis Joplin que adorna esta entrada. Me encantaría además tener el juguete de Erzebeth, lo confieso) ni me interesan los agobiantes fetiches de Mac Donald´s. Preferiré siempre a la mariposa 100% diseño argentino que posa en una de mis chaquetas, cortesía de una amiga encantadora, Ginett, y que al flaco se le parece al logo de The Blair witch Project.


2007/08/02

Surtek, Chile, 31 minutos y acitón



Uno de esos días de mayo en los que pudimos disfrutar del cierre del programa del Instituto Goethe dedicado a El Dorado, asistimos al concierto de Surtek Collective, el dúo formado por el Uwe Schmidt, alemán y artífice de la corriente post-techno y Vicente San Fuentes, alias "original hamster", quien cuenta con una dilatada trayectoria en su Chile natal y que junto con Uwe han compartido quehaceres con Jorge González, Gepe y un montón de gente, incluidos los cerebros y artífices musicales de 31 minutos, Sr. Coconut, Atom Heart, Flanger, Lassigue Endthaus, Atomu Shinzo y The Stereonerds, entre otros.

Vicente Sanfuentes y el Ranking Top Top Top

Durante el año 2004, la empresa productora Aplaplac ganó un fondo concedido por el Consejo Nacional de Televisión de Chile en la categoría de programa infantil y transmitió la primera temporada del programa 31 minutos, un noticiero compuesto por animales y personajes hechos en lana y con botones acompañados de toda clase de ornamentos. La idea era parodiar a 24 horas, el noticiero que produce la señal estatal. El éxito entre los chamos fue inmediato y se armaron la segunda y tercera temporadas. En Chile se produjeron discos con las canciones del programa, videos y artículos escolares. En 2004, Nickelodeon transmitió la primera temporada.

La primera referencia que tuve de 31 minutos fue gracias a una de mis hermanitas, quien me comentó que había un programa comiquísimo donde aparecía un conejo rojo con mal carácter que era muy inteligente y era periodista. Juan Carlos Bodoque, el conejito, no sólo es la estrella del noticiero, sino que además es el personaje más atractivo y contradictorio: por un lado es sensible, ama la ecología, la lectura y el arte; también es ludópata y vive a diario con una amargura plena en resentimientos.

Allí están también Tulio, el conductor del noticiero, con su asistente Juanín, un montón de hombrecitos que siempre están jugando y moviéndose en el fondo, los reporteros y una sección especial, una de mis favoritas, llamada Ranking Top Top Top, liderada por Policarpo Avendaño y su peluquín Manolo. En esta sección aparecen los "top hits del momento" y en la primera temporada hasta contaron con su entrega de premios llamada Los Policarpo top top top Awards.

En este ranking participaron músicos jóvenes y productores de la vanguardia chilena, quienes apostaron por el proyecto y cuyo trabajo puede percibirse, disfrutarse y celebrarse en cada una de las canciones, bien sea en temas como Lala-Lolo, Me cortaron mal el pelo y Bailan-sin-cesar hasta Severlá-Otto y los sarcófagos del ritmo. En esa banda sonora apareció en alguna ocasión Vicente, una experiencia que recuerda y refiere con cariño y respeto; celebrando por supuesto que también existan fans de 31 minutos en nuestro país.

El héroe de la programación de 31 minutos es un niño llamado Calcetín con rombos man, un defensor de los derechos de los niños y el guardián de una ciudad llamada Cómoda. Tras cada aparición, algunos riff marcan los diálogos y a mitad de capítulo Calcetín recita desde un podium uno de los derechos del niño. Calcetín es eso: una media de rombos con lentes acuáticos. Sencillo pero contundente.

No son cuchis ni edulcorantes como Elmo, redonditos como Monster Cookie o misteriosos como The Count (objeto de culto de quien escribe). Los peluches y muñequitos de 31 minutos son feos, multiformes, desgarbados. Quizás allí comience el encanto: son tan humanos, tiernos, decentes, chistosos, ansiosos y falibles que la empatía es inmediata. Con los programas de la primera temporada hay que tratar de atisbar sobre las acepciones de algunos usos chilenos; para la temporada transmitida por Nickelodeon cambiaron algunas cositas, pero en esencia es la misma propuesta y los mismos personajes. En 2008, se espera el estreno de la película, punto culminante para los productores y al mismo tiempo fin de la serie, según los entendidos.


Surtek collective y el acitón



Acitón es una mezcla de dos partes de regaetón y una de techno, aderezada con mucho humor y samplers, dispuesta en una laptop tuneada y armada de toda clase de aparejos y con un micrófono servido para toda clase de improvisaciones. Durante su presentación el 19 de mayo en el local Envivo en Caracas, pudimos disfrutar de varias horas de acitón, caras de sorpresa y la sincera intención de más de un rockstar criollo que hizo su mejor esfuerzo en tratar de seguirle el ritmo a lo que el colectivo llama "el perreo mental". Nada de lírica a lo calle 13 (no, no me gusta) ni cadenitas bling bling: el acitón puso a todo el mundo (strictu sensu) a bailar.