2012/08/18

Sí...


Acepto.
Algo tengo que aprender,
algo debe trascender, y dejar atrás las huellas.


Quítate.
Estás parada en el medio de mi camino
Insistes en añadir color a tu cara,
en hablar bien de tus zapatos,
en hablar mal de todo lo demás: herir, susurrar, sugerir, destruir...

Insegura pequeña zorra a la que canta el coro de voces
tan Dermis Tatú
que no conoces
-ni descubrirás mientras vivas-

Me aburres.
Nosotros, tus conejitos a la espera.


2012/06/15

Cuentos de Camionetica

Cuento de Camionetica 11




Te lo compro

Con el tiempo, he aprendido a aceptar los cambios. Algunos me toman totalmente desprevenida y otros no hacen más que elegir una forma y desembocarse, a pesar de mis intentos porque las cosas no terminen precipitadas sobre la mesa. Casi siempre los anuncios del universo y provenientes del más allá metafísico se convierten en hechos reales y las sensaciones, pálpitos y premoniciones son correctas. Umjú.
En fin, la palabra "paciencia" apareció durante el primer semestre como étymon ineludible. Yo, siempre acelerada, soy la persona más impaciente que conozco. Al  precipitar las acciones, más de una vez me he ido de boca por el precipicio. No escucho consejos. Soy tan terca, que he anunciado más de una vez que "podré con esa persona imposible con la que nadie quiere trabajar" y termino involucrada en una novela de Telemundo en la que el epílogo reza "I Told ya". Soy así, como podría cantar con su débil hilo de voz Calamaro.
Hace un mes me tocó la cola-atasco más jevi de mi vida. La avenida Baralt nunca se me había tornado más funesta que aquella media mañana aderezada con las risas de FullChola y colores fundidos bajo el sol más inclemente anclado en el centro de la ciudad. Sin poder aislarme en mi iPod-iPhone-iVida, sin poder leer, sin nada más que rendirse ante la inercia que supone estar atascada. 
En esos momentos siempre vuelvo a preguntarme y a responderme porqué no tengo -nuevamente- carro; porque no planifico mejor mis citas, porque no le pido la cola a mi esposo para resolver los trámites domésticos o porque no habrá un bendito corredor natural en el que puedas ir caminando por toda la ciudad.
Cuando mi odio hacia la ciudad alcanza casi el clímax, sube un chico (veinteañero) pulcro, perfumado y con un pequeño bolso ladeado. Ojo, no tengo buenas referencias de chicos con bolsos ladeados, si a los escapes de robos por puesto me refiero. No obstante, y muy a pesar de mis miedos, el chico no avanza a cazar un asiento, más bien se enmarca entre el cortinaje que no deja ver al conductor y comienza a recitar un brief sobre bolígrafos.
Una presentación impecable. No puedo dejar de pensar en una de mis ex jefas, clasista hasta el tuétano, que hablaba mal de todo el mundo, (todo el tiempo) especialmente de todo aquel que pensara, opinara o sintiera distinto de ella o de sus prácticas de mercadeo. La imagino vomitando, exaltada, hablando de sus glorias pasadas.
Completamente fascinada, traté de buscar algún término mal enunciado en la expo camionetica, alguna caída en el discurso o tan siquiera una palabra mal empleada en el contexto. Nada. Todo encajó.Desde el preludio hasta el cierre.
Cuando ya estaba casi convencida de que aquel era un extraordinario caso de publicidad orgánica, el chico en cuestión recitó el speech de la marca y sacó una chupeta con datos de facebook y twitter. Acto seguido, sin solicitar que le compraran nada, prodigó buenas tardes, recibió aplausos y desapareció por la puerta de la camioneta.
Te la compro, mi publicista guerrillero favorito. Clap, clap, clap.




2012/05/22

Enrique Bunbury es el Licenciado Cantinas

Revista Ladosis 21

Zaragoza. Pabellón Príncipe Felipe
Barcelona. Club Sant Jordi
20 y 21 de enero de 2012
España


La última vez que Bunbury visitó Caracas fue de la mano del Festival Nuevas Bandas (2002) para presentar su álbum Flamingos. Esta es mi crónica de cómo vi al aragonés errante, diez años después  

El predespacho
Luego de cerrar la exitosa gira de “Las consecuencias” realizada entre abril y agosto  de 2010, Enrique Bunbury se tomó una pausa para disfrutar junto a su compañera -la fotógrafa JoséGirl- del nacimiento de su primera hija, Asia Ortiz.

Durante ese tiempo, Bunbury se dedicó a preparar el material que formaría parte de su más reciente producción: Licenciado Cantinas (2011). Una peculiar mirada a Latinoamérica con  temas y cantantes populares emblemáticos para el músico zaragozano. En el documental Las venas abiertas del Licenciado Cantinas (octubre de 2011), se puede apreciar el trabajo del Bunbury artesano de sonidos y texturas en la intimidad del estudio Sonic Ranch en Texas. Durante meses, el aragonés congregó a la banda que le acompaña, “Los Santos Inocentes” e invitó a músicos de la talla de José Cueto, Leonardo “El Flaco” Jiménez (Ry Codder, Mavericks, Bob Dylan y Rolling Stones, entre otros); David Hidalgo (Los Lobos) y  Charlie Musslewhite (Salón de la Fama del Blues).


Bienvenidos a la cantina
El 20 de enero, a las 19:30 horas, asistí  al primero de los dos conciertos del tour que tuve la oportunidad de presenciar. Este día contaba, además, con la oportunidad de disfrutar del estreno del mediometraje homónimo realizado por Alexis Morante y su productora 700 gramos.  En la entrada del Pabellón Príncipe Felipe, el chico de seguridad sonríe ante mi insólita solicitud de que no rasgue la entrada. Le digo que aquel pedazo de papel lleva implícita una carga emotiva que no podré explicarle. “¿Por qué no lo has visto en Latinoamérica?” me espeta con una franca sonrisa. Buena pregunta para debatir  acerca de la calidad de la producción en este lado, pienso. Sonrío: “Quiero verlo y escucharlo, sin tener que empujar o competir en un coro”.
Decido acercarme lo más que puedo a la tarima. Allí están el micrófono con las calaveras, los instrumentos y la pantalla que proyectará durante casi media hora la historia de la transformación de Enrique Bunbury en el Licenciado Cantinas. Una chica y su hermano me invitan a disfrutar del concierto en la primera fila y en menos de veinte minutos ya nos han entrevistado un par de veces. No hay sobresaltos, ni retraso en la programación. El sonido es impecable. Bunbury cierra los ojos, canta durante más de dos horas y agradece todo lo que puede a la gente que se desborda en aplausos.
Disfrutamos de la ejecución de temas que dibujan un mapa variopinto para homenajear al Sur y sus sonidos. El mar, el cielo y tú, Llévame, Ódiame (Federico Barreto & Rafael Otero López), Licenciado (El Mulato) (Ricardo Ray & Bobby Cruz), El Solitario -Diario de un Borracho- (Alfredo Gutiérrez), Ánimas, que no amanezca (Guadalupe Ramos), El día de mi suerte (Willie Colón & Héctor Lavoe) y Cosas olvidadas (Antonio Rodio & José María Contursi). El aragonés errante también repasa temas de Hellville de Luxe, Las consecuencias, Flamingos y El tiempo de las cerezas. Los aplausos no cesan y los músicos vuelven tres veces al escenario.
En el Salón Sant Jordi, al día siguiente, el panorama será distinto. Barcelona me brinda  una compañía de lujo y memorable.La producción no da la talla, pero allí encontraré a los amigos y compañeros en las distintas facetas del  Enrique poeta, músico y cómplice. Pep Blay, el maravilloso narrador y responsable de la biografía de Enrique Bunbury (RHM, 2007)  que nos visitó durante el pasado Festival de Lectura de Chacao, se encarga de presentarnos a Carlos Ann, Shuarma y Laura Álvarez, con quienes compartiré el resto de la velada.
Me llevo mi  postal de lujo para celebrar al Licenciado Cantinas, un monstruo en tarima con seductoras apuestas artísticas y sonoras. Más tarde, Jennifer Friedwald y Max Manzano serán los primeros en escuchar mis crónicas en el Foxy Bar.

2012/02/03

Bunbury en mi ❤

                                                                         ©Dakmar Hernández

Zaragoza, 2012.

2012/01/11

Cuentos de Camionetica

Cuento de Camionetica 10


Escrúpulos de asfalto

Sí. La foto está al revés. 
Café. Cámara. Acción.
En la camionetica suena Fernandito Villalona. Solo falta un cuento de Junot Díaz para un momento perfecto.

Cierro los ojos. El sol, en los días tempranos de diciembre, carece de brillo. Durante las jornadas de fiesta lloverá y se armarán festines inverosímiles sobre aceras infestadas de heces perrunas y orine de gatos made in Los Palos Grandes. Habrá accidentes, tragedias y luto gracias a la falta de mantenimiento de las vías. Mientras tanto, la agenda local festiva se cumplirá impasible, atendiendo a los propósitos personales y electorales. 
En Arábica  hay zancudos dignos de remakes de películas vampirescas fútiles. Cuando un autor, un amigo querido -librero, generalmente- o un entusiasta promotor cultural me cita allí, sé que debo armarme con las botas-altas- colombianas, jeans de invierno, las chaquetas pesadas y con todos los atuendos que reservo tradicionalmente para viajar. No obstante, sé que la vestimenta fuera de lugar me escudará de esos,  los zancudos vampirescos que acechan bajo las mesas de metal dispuestas para el café tardío. 
Hoy, el cielo luce azul. Mientras tomo mi café, recuerdo cuando te invité a venir conmigo a trabajar en aquella pulpería de tercera. Nos reímos, sin dientes, ni orgullo. No importó nada. Te conté de la miopía de la gerencia, de aquella necesidad patológica de aprobación personal que debíamos sortear y también del peligro que asomaba tu temprana propensión a nombrarlo todo a partir de ti, como si fueses el ombligo del universo. Te referí, con horror, de como no había interlocutores en aquella máquina horrible digna de lugar común de Burton, dentada, siniestra y sin lectores. Te reíste, pero prometiste que la amistad nos salvaría de los favores, del quince y último, del llevarse por delante a los amigos que nos acompañan en la comparsa a punta de trompetas de Kusturica rumbo al desolladero, porque los amigos, los amigos son primero. Me lo prometiste, y te creí, como quien cree en esos amigos, en Santa y en los raspados de colita. 
Ahora, el café de Arábica sabe a redención, a peso muerto que quedó en el camino. Te extraño, pero no te sufro. Te quiero, como quien quiere a una lejana conocida hipster que finalmente cumplió su deseo de ir a vivir a Barcelona ¿Ella? Ella se fue a escribir en revistas que interpretan fenómenos a partir de círculos amistosos con una edición modernísima en círculos concéntricos...

Cierro los ojos. No sé picar el ojo. Me río. Puedo contar en mi biografía que nunca aprendí a hacerlo y que no me hizo falta.