Cuando vuelvas voy a ofrecerte una fiesta erótico-literaria,
-lo que significa follar y hablar, hablar y follar- y entremedias una botella
de Anjou, o un ajenjo con Cassis.
Anaïs, voy a abrirte las ingles. Que Dios me perdone si esta
carta la abre alguien por error. No lo puedo evitar. Te quiero. Te amo. Eres
para mí alimento y bebida, todo el maldito mecanismo, por así decirlo.
Yacer encima de ti es una cosa, pero acercarse a ti es otra.
Me siento cercano a ti, formo parte de ti, eres mía sea o no reconocido.
Ahora cada día que te espero es una tortura. Los cuento
lenta, penosamente.
No sé cuando regresarás, ¿el 7 ó el 15? Pero hazlo tan
pronto como puedas. Sé generosa, sí, te lo pido. Haz un esfuerzo. Te necesito.
Este largo domingo, ¿cómo lo terminaré? (…)
Déjate el cabello suelto, exponlo al sol, que vuelva el
color. Te amo como eres. Amo tu espalda, tu dorada palidez, el declive de tus
nalgas, tu ardor interior, tus jugos. Anaïs, te amo tanto, ¡tanto! Se me traba
la lengua. Incluso estoy lo suficientemente loco para creer que puedes venir a
mí de improviso. Estoy aquí sentado escribiéndote con una tremenda erección.
Siento tu suave boca cerrándose sobre mí, tu pierna apretándose contra mí, te
veo de nuevo aquí en la cocina quitándote el vestido y sentándome encima de mí,
y la silla desplazándose por el suelo de la cocina, dando tumbos.
Henry
29 de julio de 1932
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