2006/11/28

Lo que las letras no advierten



El querer estudiar Letras o pretender convertir a la literatura en étymon de vida asusta y fascina al mismo tiempo. Igualmente, una infinita sucesión de imágenes, respuestas preestablecidas, pseudo chistecitos de mal gusto tipo “¿y por cuál letra vas?” y todo tipo de advertencias surgen como contraparte de la “mayoría calificada” que funge, más de las veces que quisiera, como interlocutor. Claro, muchos me dirán que esto es una respuesta automática frente a alguien que grita a viva e ingenua voz que desea ser un humanista vernáculo.

Sí, bueno, podría mencionar tantos factores que producen esta gama de reacciones: un sistema educativo anquilosado donde no existe relación alguna entre los contenidos del currículo, por ejemplo, o los prejuicios derivados de los “aparentes” beneficios de optar por una carrera “científica” o “numérica” (jajaja) frente a una “humanista”; además de cupos, aptitudes, mercado de trabajo, etc.

Sí, sueno ochentosa, lo sé… y no me importa. Por cierto, no ignoro en este soliloquio a los que se aventuran a formarse en carreras especializadas, amén de que también los tilden de irresponsables, como si el elegir qué queremos hacer en la vida se redujera a una cuestión de pura pragmática… ¿o sí?

En mi caso, creo que el hecho de estudiar Letras fue una decisión conciente y el amor a primera vista que tuve con todo lo que se proyectaba en mi plan de estudios me hizo soportar las más duras pruebas de castigo social que puede sufrir un cuerpecito de teenager enrollada e intencionalmente-intensa forjada a punta de estereotipos, con una “conciencia de clase” deformada, ingenua, pero “convencida” de que por ahí era la cosa.

Producto del enamoramiento conocí gente maravillosa y realicé múltiples actividades de las que guardo experiencias ejemplares, despechos inconmensurables, momentos kodak y algunos batazos en la nuca, por supuesto.

No es casual que la literatura fantástica y decimonónica me haga llorar o aplaudir. Mi decisión vital post academia fue convertirme en una versión singularísima de romántica criolla. Justifiqué los dictados del corazón con teorías y manifiestos y fui egoísta y apasionada, confieso. Cuando mi hijo sonríe, me abraza, me dice que me ama, sé que existe y juega y ríe por ese absoluto e increíble deseo de que estuviera conmigo, aunque el mundo se opusiera... por sólo citar un ejemplo.

Mi actitud romántica no es compatible ni me resuelve enfrentarme con esta dura realidad. Ahora, cuando tengo que levantarme tan temprano y revisar los artilugios electrónicos que me regaló mi esposito para “enterarme” de las tareas que mi memoria atribulada no puede recordar, cumplir varios horarios laborales y estudiar, endosarme dos celulares como si fuera un motorizado, retomar hasta tres páginas anteriores para poder seguir leyendo la novela que compré hace meses, firmar circulares, boletines, revisar cuadernos, preparar desayunos y uniformes, ir a Mac Donald´s y recordar nombres incomprensibles de comiquitas y juguetes, soy “esclava” de casa y espero una cita eterna con alguien que me ayude con el apartamento, la vida no es muy Bovary que digamos…





Y ahí es donde como deux ex machina aparecen las razones para seguir estando, seguir soñando (sí, me encanta dormir) y amar, y seducir, y jugar a almohadazo limpio de vez en cuando, aunque esté en clara desventaja. No me concibo sin mis flaquitos. Por eso, como si de un capítulo de Dakmar: se desbordan las pasiones se tratara, con ayudantes y antagonistas, trabajo para graduarme en la universidad de la vida, y con honores.
He dicho.
Nota: La imagen forma parte de los momentos kodak de quien escribe.
Para más señas, es la diosa Tetis (abuelita de las Nereidas y madre de Aquiles) con un tritoncito.
En: Colección permanente de la galería del Coliseo romano. Honey moon tour, 2006.

Frida compañera Kahlo




Nomenclatura previa y necesaria
Sobre una frase de Tijuana No, en Transgresores de la ley (BMG, 1994), titulé inicialmente el artículo a continuación. Luego, por una pertinente recomendación de Luis González, cambié el término "compañera" por "camarada" uso ajustado al tiempo donde vive y se relaciona ideológicamente a la artista.


Traje a Frida a este espacio porque más allá de las inferencias, producto de la lectura sincrónica, anacrónica o ideológica que puedan realizar sobre el contenido, este es un sencillo homenaje a mi encuentro con Frida y a Eli Bartra, a quien admiro.


A la imagen de Frida la conocí hace mucho tiempo, y la verdad no me resultó indiferente. De allí en adelante me encontré con gente hermosísima que me ayudó a a amarla, respetarla y conocerla: Nabetse Ordaz, Elizabeth e Italo Tedesco y Anassé, entre muchas otras.


Al emprender la tamaña tarea de realizar un trabajo de investigación sobre el Diario de Frida Kahlo tampoco estuve sola en esa empresa: mi mami y hermanas, Lito, Lil Quintero, Kelvin Malavé, Irene y la familia Ojer, Loly, Antonio Serrano, Miguel Marcotrigiano, Francisco Javier Pérez, Mariana Marczuck y Hripsime Bedrosian acudieron al rescate.


Luego, y para "cerrar" esta travesía por allá en el 2002, Félix se tuvo que aguantar mi llorona de novela mayamera cuando me llevó de la mano a conocer los espacios donde vivió la artista, mientras trataba de interpretar de mi profusa verborrea las declaraciones de amor más melodramáticas que alguien pudiera concebir.



Me han preguntado sobre lo que pienso acerca de la versión de Frida hecha por Salma Hayek.
Tuve la oportunidad de verla —muy bien acompañada— en México y "empaparme" de lo que opinaban los mexicanos (desde lectores comunes hasta intelectuales) al respecto. Prometo sentarme a escribir sobre eso, que aunque no es noticia, las lecturas "del otro" sobre el imaginario local siempre despiertan interés en nosotros. ¿Vale?


El texto que sigue responde a una visión sobre el lúcido trabajo de Eli y al momento convulso que le tocó vivir a Frida. Que lo disfruten.






Frida camarada Kahlo


Aproximaciones sobre lo femenino, arte comprometido y feminismo en la obra de Frida Kahlo


Transcurre 1953 y la frágil salud de Frida Kahlo se debilita cada vez más. Durante el mes de agosto de ese año escribe en su Diario: “Seguridad de que me van a amputar la pierna derecha”. De allí en adelante, el abuso de drogas analgésicas, varios intentos de suicidio y enfermedades de todo tipo ocasionan la muerte de la artista (por embolia pulmonar) el 13 de julio de 1954. Sin embargo, hacia el final de sus días, Frida experimentó un profundo período de revisión sobre su obra, su compromiso político y su vida.


El compromiso hacia la absolución


El carácter personal que distingue casi toda su obra la perturba constantemente: “Tengo mucha inquietud sobre mi pintura. Sobre todo por transformarla para que sea algo útil al movimiento revolucionario comunista, pues hasta ahora no he pintado sino la expresión más honrada de mí misma pero alejada absolutamente de lo que mi pintura pueda servir al partido” (1). Ello la obliga a pronunciarse sobre el rumbo que debe tomar su trabajo: “Debo luchar con todas mis fuerzas para que lo poco de positivo que mi salud me deje hacer lo que sea en dirección a ayudar a la revolución. La única razón real para vivir”.

Para la biógrafa Hayden Herrera, Frida contaba con “sólo una pintura” donde se podían apreciar símbolos políticos: Mi vestido cuelga ahí (1933). En el año 1954, Frida termina El marxismo dará salud a los enfermos. Para Herrera, este cuadro resulta “declamatorio”: Allí, en el extremo superior derecho puede observarse a Marx que levita mientras ahorca a un águila-cuervo-capitalista con rostro del “Tío Sam”. Mientras tanto, con gesto benevolente, el mismo Marx sostiene a una Frida envuelta en un corsé de cuero que desde el centro del cuadro se libera de sus muletas y sostiene un libro con cubierta roja, presumiblemente el Libro Rojo.

El 2 de julio de 1954, Frida abandona su lecho de enferma para unirse a una protesta contra la caída del gobierno izquierdista de Jacobo Arbenz (Guatemala) producto de la intervención de la CIA. Una vez en su casa, Frida comentó “Sólo quiero tres cosas en la vida: vivir con Diego, seguir pintando y pertenecer al Partido Comunista”. Esta sería la última aparición de la artista en público.


Para Eli Bartra, “Toda creación artística tiene un contenido político”. Luego, el arte también tiene elementos de la ideología dominante. Así mismo, Bartra sostiene que “El arte apolítico no existe”: En obras como Autorretrato en la frontera de México y Estados Unidos (1932); Mi nana y yo (1937) y Niña con máscara de muerte (1938), resalta la intención de la artista por acercarse y ubicarse desde el imaginario de lo autóctono, exaltando sus raíces indígenas y enalteciendo el pasado imperial Azteca frente a la amenaza capitalista, modernizadora y decadente que representa Estados Unidos. Para Frida siempre resultó una necesidad vincularse con México y la revolución mexicana; hasta el punto de ubicar su nacimiento en el año 1910, cuando en realidad nació en 1907. En 1951, escribe en su Diario:

(…) Mis problemas desde los 4 años fueron ya de índole social. Recuerdo que yo tenía 4 años cuando la decena trágica. Yo presencié con mis ojos la lucha campesina de Zapata contra los carrancistas. Mi situación fué (sic) muy clara. Mi madre por la calle de Allende —abría los balcones— daba acceso a los zapatistas haciendo que los heridos y hambrientos saltaran (…) ella los curaba y les daba gorditas de maíz (2).


Lo femenino y la belleza biológica


Durante el inicio de su obra plástica, Frida pasa raudamente por la representación neoclásica del retrato para encontrar su verdadera fuente de inspiración en los rostros y la fauna mexicana. Frida elabora retratos de niñas y mujeres de Coyoacán, recreando con impresionante realismo la naturaleza y los detalles: Dos mujeres (1929) y Mujer india desnuda (1929), entre otros. Kahlo encuentra el arquetipo de belleza y la fuente de múltiples imágenes evocadoras de su pintura en el rostro y la vestimenta indígena. Será, hasta su muerte, una “embajadora de la mexicanidad”, luego de adoptar para sí los vestidos de tehuana, típicos del istmo de Tehuantepec; esta será una decisión que va más allá de lo superficial o estético: “las mujeres de esta zona tienen la fama de ser guapas, fuertes, valientes, mandonas y, sobre todo, se dice que dominan a los hombres”.

La belleza de Frida, plasmada y proyectada en sus múltiples autorretratos, no pretende la creación de una imagen asociada al estereotipo o al objeto de representación idealizado; más bien apunta al detalle, lo biológico, lo natural, la belleza femenina que se proyecta y reconcilia con la naturaleza, la fauna como cómplice tras la mirada escrutadora de una mujer que no permite la indiferencia del espectador que contempla a la naturaleza viva.

Arte feminista

Para Bartra, el arte feminista no pretende crear un discurso sexista de oposición, sólo una visión no androcéntrica sobre la mujer y su lucha contra la ideología dominante y el capitalismo: “El arte feminista es una creación con contenido político distinto a otros y que se enfrenta, por ello, con los valores de la ideología dominante”. La autora distingue igualmente dos tipos de arte feminista: el involuntario, que de alguna manera expresa la condición de opresión de las mujeres, aunque no la impugne directamente, pero la expone como elemento que refleja su realidad, y el decididamente feminista:

…que no es meramente casual o instintivo, y que responde a una necesidad bien consciente, es el que parte de lo que son las mujeres y lo que no quieren ser: representa una impugnación voluntaria de la realidad…poner en práctica formas de lucha por transformar una situación no deseada: la opresión (3).

El aspecto más político y decididamente feminista en la obra de Kahlo es justamente lo personal. Aunque lo ignorara en su momento, por plantearse durante esta época el compromiso político como una estructura meramente ideológica, lo político no implica sólo el ámbito de lo público, en el ámbito privado también se intenta conquistar o preservar el poder: “nuestros pequeños eventos o grandes sucesos personales son parte integrante del conglomerado de poderes en el que vivimos o sobrevivimos”. Frida no lo supo nunca, pero su obra, y ella como protagonista, constituyen verdaderos símbolos de lo femenino y el compromiso de la mujer con todas las esferas de acción donde se desenvuelve.

Frida, siempre irreverente, siempre desafiante, no pudo escapar del mercado de arte y la venta inescrupulosa de su imagen. Frida Kahlo no sólo es objeto de culto en su México natal, sino que trasciende su referente para convertirse en símbolo del orgullo y la belleza mestiza de mujer conciente de sus raíces, su belleza y su vida, aun signada por la enfermedad y el acecho de la muerte.

Fuentes

(1) El Diario de Frida Kahlo, un íntimo autorretrato. Editorial Norma, 1997.
(2) ibíd.
(3) Bartra, Eli. Frida Kahlo: Mujer, ideología y arte. Icaria Editorial, 1987.
Publicado en la revista Vuelta de hoja, número 1, junio de 2006.

2006/11/27

El rumbo de tus sueños




Jamás te recuerdo
porque nunca te olvido
tu cuerpo fue la guarida
favorita de mi cuerpo.

Hay una estela de ausencia
de coincidencia literaria
de locas armonías
de piel azteca.

Y ahora tengo las arterias
llenas de etcéteras
y un corazón espartano
y unas manos
que creen en los milagros.

Pero son tan perezozos
son tan impuntuales
como hermosas tus tristezas
como las mías fatales.

Y ahora tengo las arterias
llenas de etcéteras
y un corazón espartano
y unas manos
que creen en los milagros

Al límite de un temblor
de conspiración divina
el rumbo de tus sueños
coincide
con mis pesadillas.



Enrique Bunbury
El tiempo de las cerezas

Feliz cumpleaños, flaquito mío.

2006/11/26

Discernimiento inicial


Érase una vez por allá en la Ucab de los años noventa, cuando en una de las clases de filosofía contemporánea —que por fatum jesuita sólo eran impartidas los viernes por la tarde— me tropecé con la presencia del relato singular frente a la ausencia de discursos propios de la modernidad. Por supuesto, dista de mi intención tratar de elaborar un concienzudo ensayo sobre la modernidad o la postmodernidad, ideología o afines. Nada de eso. Si algo quiero que se convierta en premisa de esta justificación inicial que precede a mi ejercicio escritural en un espacio tan singular y colectivo, es el hecho de que algo, singularísimo, me marcó en esa clase: "la voz, lo singular, el micro relato, lo íntimo".

Nada de novelas edificantes, o discursos al servicio ideológico de algún sector. Lo singular, lo íntimo, despierta sin lugar a dudas mayor interés en el lector común. De ahí en adelante ni les quiero contar cuántos ídolos me dejaron el dorado en las manos. Creo que ya tendré tiempo de hablar de ello y de ellos, como disfrute de plato frío ante tanto academicismo sin posibilidades de oposición que acepté algunas veces por ingenuidad, por teenager anarquista fashion victim o por ignorancia.

Por ahora, ese "relato" singular e íntimo me viene como anillo al dedo para iniciar la búsqueda de mi propia voz; discutir, discenir, apoyar, vitorear y desconfiar de todo aquello que rodea y compone mi imaginario. Creer, crear, crecer, opinar. Acepto el encuentro y el desencuentro: los espaldarazos y las zancadillas las podemos negociar, ¿vale?

No me gustan las etiquetas, creo que quienes comienzan por encasillarse y a tatuarse adjetivos adolecen de un vacío que la nomenclatura no puede llenar. Tampoco deseo aclarar con pasión adolescente que no soporto algunas opiniones o a cierto tipo de gente, porque en el fondo soñamos con poseer o negamos que adolecemos de lo mismo que criticamos en los demás. Ser distintos y apasionados es, sin duda, lo mejor de este género pugnando y viviendo en un espacio tan pequeño. Sin embargo, entiendo la tendencia de algunos por insitir sobre la necesidad de clasificar un ejercicio tan libre y creativo como el generar un blog.

En mi caso, tengo un absoluto respeto por la creación escritural y el oficio del escritor. Como lectora y editora, creo que vivo un momento excepcional, caótico y decisivo en la literatura venezolana. No le resto mérito a los clásicos, pero aunque son imprescindibles, dedico más tiempo a las voces emergentes e irreverentes que tengo la suerte de descubrir y apreciar. No presumo de nada o no trato de hacerlo, sueño con convertirme en melómana, leo de todo (excepto a Coehlo, confieso) y tengo la curiosidad de una niña de seis años. Cuento con una lista no finita de desaciertos, pero también con un número significativo de aciertos y sueños en desarrollo. Trato de reírme todo lo altisonante, estrepitosa e impertinente que puedo luchando a brazo partido con una cara de pocos amigos que me adorna. Tengo una familia delgadita y de herencia matriarcal maravillosa; amigazos, amigazas, jevitos, jevitas y otras especies y una red de apoyo emocional las 24 horas del día durante los 365 días del año. No le temo al encuentro con los sentimientos y las contradicciones, tan vital es que funcione el cerebro como que el corazón continúe latiendo.

Bienvenidos y nidas a ésta, mi bitácora. La banda sonora que acompaña a este encuentro está, casi en su totalidad, en ñ: Quique, Calamaro, Bunbury, Albertucho y elbicho, sólo por nombrar a algunos. Gracias a Baudrillard en la distancia. El vinito va por la casa.