2006/12/20

La seducción de un vampiro



Blogeando por la blogosfera me encontré con la nota de Juliana sobre el castillo Dracul y su posible compra por parte del concejo municipal de Brasov.

Como si de inconsciente colectivo se tratara, y enamorada sin protesto de las producciones decimonónicas, guardo un lugar especial para la literatura fantástica y las narraciones inscritas en lo real maravilloso. Luego, me resultan indispensables las historias sobre vampiros y el imaginario infinito de lo vampiresco, por supuesto. Para adelantarme a las preguntas, sí, si creo que los vampiros existen, sólo que lamentablemente no todos se parecen a Gary Oldman o resultan seductoramente irresistibles.

Desde el Castillo de Polidori, pasando por Coleridge, Gerard y Gautier hasta el Drácula de Bram Stoker, muchas son las características, historias y facultades que se le asignan a este ser de la nocturnidad. Una vez que Stoker publica su novela, una verdadera eclosión vampiresca aparece en la literatura del XIX y el cine de principios de siglo XX.

Muchas pueden ser las razones que podría argumentar y poco contribuyen a la discusión sobre el atractivo literario de un personaje como este. Lo que sí es cierto es que la figura del vampir seduce, aunque no haya sido creado bajo el estereotipo del seductor, sino como un ser con ansias de poder y sin escrúpulos.

El vampiro se encuentra en un límite borroso entre realidad y fantasía. Según Hernán Esteban Gómez (cómo no acordarse de ti, Maestro) ese estado de “duermevela” donde no sabemos si soñamos, dormimos o alucinamos es el umbral para que ingresen ciertos seres de existencia dudosa, con poderes sobrenaturales y de los que no guardamos certeza ni probar su inexistencia. Si a esto sumamos en la experiencia lectora: histeria, maniqueísmo, chismes, supersticiones, recato, valores de la sociedad victoriana y enfermedades como la esquizofrenia, el plato está servido.

Aunque cierto es que el Conde Vlad es un héroe nacional por la resistencia a la invasión otomana, su carácter despiadado y la práctica de empalar a sus enemigos para amedrentar a los invasores que le aventajaban en número, lo convirtió en el punto de partida para mitos relacionados con su crueldad y una afición por la sangre, lo que inspiró más de una leyenda de consumo y sadismo con el vital líquido.

Aunque el Drácula de Stoker presenta una confluencia de mitos asociados a distintos personajes ficticios como el hombre lobo y las brujas medievales, sin duda éste representa al personaje más atractivo del inframundo, emisario del plano donde vida y muerte conviven y el tiempo es sólo un artilugio para invadir la realidad y modificarla, transgredirla.

Particularmente, creo que la peli de Coppola cambia la visión del vampiro conflictuado y enfermo de poder para pasar al plano de las emociones, convertirlo en el seductor que atraviesa los océanos del tiempo para buscar a su amor, Mina. En el metalenguaje del filme podemos ver las asociaciones simbólicas de la sangre y el momento histórico e ideológico en que se recrea la historia a través de recursos estéticos, enfermedades como sífilis, promiscuidad y animales asociados al vampiro, como ratas, insectos, murciélagos y zorros, entre otros.

Una de las escenas que más me conmueve es la cita clandestina aderezada con Ajenjo donde se ven fluctuando glóbulos y alternan las declaraciones de amor y recuerdos que fluyen como si de una memoria arquetípica se tratara y que retrotrae el recuerdo en esencia del amor. Sin hablar de la sensualidad (ojo, lo sensual en sentido estricto) que genera el roce con el lobo, summum de la esencia de lo nocturno, lo salvaje y la belleza. Podría dedicar un post a Drácula de Coppola y vitorear la actuación de Waits, o referirme a vampiros imprescindibles, como el Nosferatu de Murnau o el apasionado Bela Lugosi. Otra de mis tareas pendientes, sin duda.



Vampiros del alma

Sí, Si existen. Creo que es inevitable encontrarse con ellos, (ojalá tuvieran algo de literario o poético, pero nada que ver) y reconocerlos no es tan difícil, una vez que te has enfrentado y superado a un bichito de estos. Son los que viven sólo para que tú los mantengas con vida, te esfuerces, se lo hagas más fácil y no tengan que realizar ningún esfuerzo: parejas, amigos, familiares o compañeros de trabajo, los vampiros se reflejan en el espejo, aunque no tengan alma, pues necesitan agotar la tuya hasta encontrar a otra persona que acepte sus reglas.
La seducción inicial da paso a un proceso de succión de energía, dinero, ganas. El desgaste es indetenible y no hay devolución. Los vampiros del alma pretenden ocuparse de ti, recordarte que están al acecho, insisten en hablarte, recordarte épocas pasadas, aún cuando decidiste dejar de ocuparte de ellos, quitar los espejos y cambiar de casa.

Se niegan a crecer, por eso quieren llevarte consigo a su tiempo detenido, sin futuro.
Como reza un diálogo de Damage: “Los lastimados somos peligrosos, pues sabemos, tarde o temprano, superar la crisis, seguir y sobrevivir”.
A veces es necesario pasar por el encuentro con un vampiro de estos para entender que el esfuerzo, las ganas, los proyectos, son 50-50, o sea, ganar–ganar.
Sin embargo, me encantaría contar con un Radio Vampiro Internacional y un Capa Nostra, a lo Vampiros en la Habana.
Sobre la imagen: Gary Oldman, conde Vlad anacrónico en las calles in tenebra de Londres.

1 comentario:

Anónimo dijo...

y las vampiras??
Conozco a más de una por ahi