2006/12/10

Palabras seductoras



Una curiosa portada contiene un frasco de perfume del que fluyen palabras ondulando como aromas que se elevan hasta el título. La seducción de las palabras pareciera levitar sobre el efluvio de términos que se observan desde el interior del envase. Confieso que la combinación de texturas en las que resalta el frasco me pareció un recurso comercial y estético acorde con su misión de enganchar al potencial lector. No en vano es el perfume un archiconocido recurso para evocar persuasión y sensualidad.


Engatusar y engatusarse


Luego de la trampa sinestésica de quedar "embrujada" por el dichoso perfume, mi felicidad fue aún mayor al enterarme que la obra comprende un análisis exhaustivo sobre las palabras, uso y discurso, reuniendo en un mismo escenario a disciplinas como la psicolingüística, lexicología y comunicación social.


Lamentablemente, no pude conseguir las edición de Taurus, pues el libro no engrosa precisamente una lista de novedades editoriales, aunque se considere favorito en el ámbito de los estudios del lenguaje. Sin embargo, gracias a la diligente labor de uno de mis libreros favoritos, conseguí una edición de bolsillo. Y esta es otra historia.


Aunque el epígrafe de La seducción... sea una máxima de don Pedro Salinas que reza: "Mis títulos no son de sabio, son de enamorado", un pequeñísimo ardid publicitario me hizo llevar el libro brajo el brazo y mostrarlo como un freak show en el postgrado, con todo el "desencanto" que me produjo como lectora. Justo debajo del nombre del autor, Álex Grijelmo, aparece la sentencia: "un recorrido por las manipulaciones del pensamiento".


O sea. ¿Editor, autor o casa editora? Prefiero pensar que el Álex Grijelmo periodista, corrector, director editorial, responsable nada más y nada menos que de la confección del Libro de estilo de El País, entre otras muchas actividades que lo adornan no tuvo nada que ver con esa acción comercial, ergo, funesta. Así sucede en la mayoría de los casos.


Leer más allá de las palabras


Ahora disfruto de la lectura de este "catálogo" para desentrañar procesos del lenguaje, y poner en práctica "claves" para asistir a este maravilloso acto de reciprocidad en la comunicación donde creemos que no "contamos" pero "decimos" sin conocer la capacidad connotativa del lenguaje que usamos, nos adorna y cuenta sin tapujos quiénes somos. Las hermosas palabras de Luis Rosales, poeta versátil y comprometido con su tiempo, se refiere al poder evocador de las palabras como reflejo y vestigio, aunque algunos sufran el sino de Narciso: "La palabra que decimos / viene de lejos / y no tiene definición, / tiene argumento. / Cuando dices: "nunca", / Cuando dices `bueno´,/ estás contando tu historia / sin saberlo"*.


Lo del recorrido por las manipulaciones del pensamiento me suena a literatura de supermercado. Ojo, que no censuro el boom lectorario de adeptos a formúlas mágicas, refritos orientales o clásicos de la literatura. Nada que ver. Qué maravilla que la gente lea y que se sienta orgullosa de lo que lee. Cuando era profe (etapa súper feliz de mi vida, por cierto) traté de llevar a mis alumnitos muestras de la mejor literatura universal y local. Confío en que muchos de ellos son lectores ávidos, aunque suene un poco ingenua.


Lamento en esencia que una obra especializada como esta quede encasillada bajo la etiqueta de un manual para influir en los demás, descubriendo el metalenguaje de quien habla o escribe y aprovecharse de ello, despojando a esta investigación de todo su carácter metodológico y documental. Alguien me advirtió sobre el análisis del discurso político inmerso en la obra, dada la postura del autor frente a quienes han establecido paradigmas (Ling.) comunicacionales. Cuando termine de leer, prometo escribir, aún no he llegado a esa parte.

2 comentarios:

Dakmar Hernández dijo...

Hola Carlos
Gracias por visitar mi blog, gracias por los datos bibliográficos y por compartir tu página conmigo.
El libro ya lo estoy leyendo, y tomé nota de los títulos y artículos que presentas en tu página.
Espero verte de nuevo por aquí.
Completamente de acuerdo con el manifiesto con el que terminas tu sitio web. En Venezuela también existe la falsa creencia de que hablamos castellano, cuando nuestra lengua es española y hablamos español. Si bien no tenemos la variedad dialectal de España, entiendo que a nivel de nomenclatura siempre se cometen ligerezas.
En este sentido, me permito reproducir parte de tu escrito:
"Por último, y evidentemente, estas páginas están escritas en español. Quiere esto decir que no encontrará ninguna palabra en inglés en todo lo que lea. El idioma español que nos une a mas de cuatrocientos millones de personas es tan rico que no necesita la inclusión de palabras extranjeras para nombrar lo que ya tiene nombre en nuestro idioma, aunque estos términos sean muy técnicos, referidos a la Red o quede muy moderno el expresarse de esa forma. Naturalmente, esto es la opinión del que aquí escribe y Ud. podrá estar o no de acuerdo.
Hablamos del idioma español ya que es así como se denomina de forma oficial en la mayor parte de los países hispanohablantes. Curiosamente, en España no se habla español. Muchos lectores me recuerdan que en este Reino se habla castellano, junto a otras lenguas oficiales de España. Pero todos sabemos que España no es el centro de Hispanoamérica, ni el país con mayor número de habitantes…"
En eso estamos, en la defensa del idioma y en su singularidad frente al "reino" y la Academia.

http://www.personal.able.es/cm.perez/

Saludos,

Anónimo dijo...

Ah... Mira por dónde que uno de esos alumnitos tuyos ha caído sin querer, y bien conducido por esa ansia literaria, en el blog de una de las profesoras que mayor trascendencia ha tenido en su trayecto académico.

Y me he pasado las últimas dos horas leyendo entradas y tratando de recuperar las imágenes de las clases de Arte y rememorar esas invitaciones que raramente aceptaba, al menos con sincero agrado. Pero he visto movimiento y estoy muy contenta.

Pues bien, de pronto me he encaprichado en no revelar el nombre según el cual me conociste. Quizá hay parte también en que hoy me siento tan ajena a aquello que mi nombre ya no es el mismo.

Te dejo besos, mis más cariñosos recuerdos.

Panique.