2009/01/03

Hugo Prieto y la ciudad omnipresente



Luego de la grata sorpresa que significó Avenida Baralt y otros relatos, su primer libro de cuentos de ficción, Hugo Prieto, uno de los periodistas más incisivos y reconocidos en el medio, se lanza al ruedo con su primera novela, Vivir en vano, una historia descarnada donde el narrador va elaborando un prolongado bordado verbal que le rinde tributo a la desesperanza

El olor a basura invade con sus efluvios la terraza donde nos disponemos a conversar. De improvisto, Hugo Prieto se incorpora y me anuncia con voz que canta el bingo que aquello es insoportable y que mejor nos mudamos al café de la esquina, que antes de la entrevista prefiere tomarse una cerveza. Es viernes en la tarde y en los planes del escritor prefigura irse de visita con amigos a algunas tascas de Chacao. “La tasca es un reducto caraqueño destinado a la extinción” dictamina sin sobresaltos.
Nacido en Caracas (1956), Prieto estudió periodismo en la UCV, fue redactor de revistas como Número; Fama, Producto y Exceso. Más tarde coordinó y ejerció la jefatura de edición de Domingo hoy y del cuerpo Siete días de El Nacional. Hoy escribe en el diario Últimas Noticias y cuenta en su haber con varios títulos publicados, entre los que se encuentran Todos somos garimpeiros (1991) Premio Hogueras de ese mismo año, y Avenida Baralt y otros relatos (2005), mención publicación del Concurso Transgenérico de la Fundación para la Cultura Urbana.
Muerte, violencia, caos, drogas, prostitución y desesperanza. Vivir en vano (Alfaguara, 2008) es la más reciente apuesta narrativa del autor. Para Prieto, este título hace mención a la historia de manera directa, sin recursos alegóricos. “El nombre de la novela hace mención completamente a su historia. Esta es una novela desoladora, aunque puedas entrever que no deja de tener sus insistencias en superar ese ambiente en el que se desenvuelven todos los personajes”.
En Vivir en vano no hay promesas de redención para quienes actúan desde el crimen o la violencia, pero tampoco pareciera que hay una intención “por hacer el bien” de quienes participan de la historia. En el caso de Iván, protagonista, no es distinto, pareciera que quisiera salvarse, pero también se rinde a ese fatum desolador que impregna a todos los personajes de la novela. “A Iván lo tortura la realidad que le tocó vivir. La ciudad se encarga de hacer el resto. En el caso de Justo, no tengo absolución posible, él es el niño que sufre más en mi historia, a quien prácticamente se le rompe la vida sin remedio: no hay atenuantes. Por otro lado está Frank, el músico que pudo haber sido grande y no lo fue; en él aparece la desolación con carga nostálgica, con el sufrimiento inconmensurable que posee una víctima de una situación que no puede superar, como es la muerte de su amada Carolina y el impulso autodestructivo que lo acompaña siempre”.
Sin embargo, existe un personaje que se resiste: El cura Hipólito. Aunque inmerso en una realidad hostil, en este personaje se esboza un rayito débil de esperanza de cambio de porvenir. “Creo que él es una referencia de un personaje que vive la búsqueda y promoción de su condición moral pero que se estrella con el medio, con la realidad que no puede superar”.
Caracas es un intento fallido
La ciudad es omnipresente, con su gente y las relaciones teñidas de asfalto y estrés. No sólo es la violencia, sino que puede sorprenderte con alguna emergencia producto de una lluvia torrencial o con balas perdidas. En este caso, la ciudad de Caracas es el escenario nada fortuito para las relaciones personales y las transacciones de dinero y sexo urgente que abundan en sus calles. “El escritor escribe sobre lo que conoce. Caracas es una ciudad a la que quiero muchísimo. Aquí no cabe la tragedia. Pareciera que el tema del clima te obliga a tener esperanzas, el clima te obliga a ser optimista; te levantas y ahí tienes el cielo, el aire, un escenario así, sin tragedias colectivas que te impidan salir de tu casa, un marco que no se corresponde con lo vives a nivel del suelo: la inseguridad, la basura, los empujones en el metro”.
Caracas tuvo su pretensión de ciudad moderna, con su arquitectura de vanguardia, sus espacios de diseño y su falsa cordialidad pasajera. “Nuestra capital es una de las ciudades más degradadas de Latinoamérica. Caracas tuvo ciertas ínfulas de ciudad en desarrollo, de edificios y complejos modernos y agradables, pero terminó en un deseo, en un intento fallido de ciudad”. En la descripción de los símbolos de nuestra caraqueñidad actual el autor es implacable. “Los símbolos más característicos de nuestra pobreza ambulante son los mototaxis, las tetas postizas como símbolos de la pobre autoestima de nuestras mujeres que también le han cambiado la faz a la ciudad; esa imagen prostituida de tetas corrompidas por la intromisión de la silicona son una afrenta a la belleza natural. El hecho de quedarte encerrado en una cola, víctima de las trancas diarias que te roban el tiempo y la vida es una de esas injusticias absolutamente caraqueñas, de nuestro empobrecimiento y caos urbano. Finalmente creo que otro indicador de empobrecimiento que vive esta ciudad es la conversión y auge de los centros comerciales como centros de culto y supervivencia, centros de recreación, de crecimiento de los niños, la vida que se exhibe en pasillos, con aire acondicionado y vitrinas”.
Mujeres malucas
Los personajes femeninos no abundan en esta historia. No obstante, las escasas apariciones están marcadas por actitudes opuestas, por acciones disímiles y en algunos casos hasta impredecibles para el lector. En la presentación de esta novela, Marianela Balbi se refirió a las mujeres presentes en esta historia como “víctimas o victimarias”. Prieto lo atribuye a una búsqueda de la felicidad signada por la supervivencia. “La felicidad es un estado mental que puede alimentar la lucha cotidiana por superar limitaciones, esa infinidad de pobreza inmutable en la vida de todos. En el caso de las mujeres, aparece por un lado la víctima incapaz de sobreponerse a su situación de maltrato, pero también la puta y la cajera que apuesta a enamorarse. Creo que el caso de Ann es el más emblemático: ella defrauda a Iván, encarna esa visión del Caribe que tanto me gusta; ella es una mujer parecida a Cuba, que en mi opinión es la síntesis más elaborada que existe del Caribe”.
Ann, es el “vivo ejemplo, en carne y hueso, además, de que el producto de un matrimonio multicultural es un fracaso, un absoluto y rotundo fracaso”. Ella es la síntesis de la mixtura de razas y culturas, pero también de la ironía de vivir en una ciudad que sobrevive a la desesperanza y a la decadencia. “El caraqueño tiene fama irreductible de estar comprometido con la alegría, el bonche, la locura, aun contra el clima que se vuelve tan cambiante y tan ingrato. Ann sonríe y embauca en medio de una ciudad que no ofrece redención. Caracas es uno de los personajes más realistas de mi novela: absolutamente apocalíptica, la peor ciudad de Latinoamérica”.
La luz que resta la aprovecha Ricardo para tratar de arrancarle una sonrisa, un gesto. Se suceden algunas llamadas de reclamo desde la tasca donde esperan al amigo: el escritor anuncia que ya es tiempo de marcharse, visiblemente incómodo ante la cámara. Tras los apretones de manos Prieto descubre que durante el traslado en metro que lo llevaría hasta el café de nuestra cita, ―ese que abandonamos por las emanaciones de los desechos―, lo han despojado, silenciosamente, de todo su dinero.


*Publicado en Contrabando. Año 2. Número 17. 2008.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Happy new year, darlin!!
Me he reido mucho con esta entrevista, excelente. Me encanta cómo escribes y lo que escribes.
Besos y hasta el próximo cafecito compartido.

Pau