Viernes a la sombra
Editorial Alfa
Elisa Arráiz Lucca
2007
Desde principios de los años ochenta podemos rastrear estudios, ensayos y opiniones sobre la literatura hecha por mujeres en nuestro país. La tarea pendiente sigue siendo la renovación de un aparato crítico que se debate aún entre el reconocimiento de la singularidad por oposición, por un lado, o los universales narrativos y discursivos que supriman el calificativo femenino, en la otra esquina.
Luego, un corpus que dé cuenta sobre esta producción sigue siendo el gran ausente a la hora de atender a nuestras autoras. Aunque contamos con valiosos estudios que coadyuvan a la apertura de nuevas líneas de investigación, esperamos, mientras tanto, el abandono de la tediosa costumbre de mirar con la lupa de la especificidad de género en mano o suscribir la voz narrativa femenina a una especie de fetiche doméstico. Amén.
Natacha, la joven protagonista de Viernes a la sombra, es un testigo excepcional de su tiempo. Testigo precoz de la inminente caída de la dictadura pérezjimenista, absorbe muchas de las ideas democráticas y reformistas de la década que felizmente se inaugura, para luego aventurarse al traslado y vivir, desde la otredad, los sucesos de
En alternancia con el devenir de una mujer comprometida con sí misma y su tiempo, Natacha construye un viaje inverso cuyo origen encontrará en una emblemática casa en la playa. Y aunque los traslados físicos traigan consigo separaciones y ausencias, el transitar en búsqueda de sus referentes la devolverá al origen, al mar y al encuentro.
Bettina Pacheco refiere a la memoria y a la presencia historiográfica en la reconstrucción del origen como un tratamiento unamuniano y particular del pasado. Natacha, heroína sin corazón roto, posee además una voz singularísima: ella es la contracultura, la marginada, la opuesta al poder, la mujer en esencia y en esencia, la que vive, sueña y ama.
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