2007/09/09

Cambio de hábitos


En estos días se avecinan los primeros añitos de algun@s bebés cercanos. Nada tan fugaz como esos doce meses en los que inicialmente resultan indescifrables los llantos de hambre o de sueño y luego de sentir que controlas los cambios de pañal y los cólicos, hasta al más versado de los progenitores lo sorprenden las caídas libres que conllevan el transitar de los primeros pasitos.

Mis consejos (cuando me los piden) siempre son los mismos: dormir, comer chévere, prepararse psicológicamente para despedirse de las rutinas y los horarios, leer mucho sobre embarazo y maternidad y armarse de oídos sordos frente a la cantidad de advertencias, prejuicios y sortilegios que brindarán, durante las treinta y pico de semanas de gestación, todas las mujeres que se encuentre en el camino. El peor escenario es la sala de espera del consultorio en el que debes permanecer una vez al mes rodeada de barrigonas que andan comparándose, compitiendo, preguntándose y contándose todo con una banda sonora plena en quejas y lamentos. Las lecturas, revistas o el laptop son, precisamente, para llevarlos ahí y evitarse el cotilleo: progresivamente las menos enteradas terminarán imitándote, cumplirás con el sagrado deber de la promoción a la lectura y para la próxima cita habrás contribuido a la disminución de la contaminación sónica. Tu bebé te lo agradecerá. Tu esposo también.

Es maravilloso, agotador e irrepetible tener un bebecito, sin duda. A esa reflexión llegas, claro, después de unos añitos, cuando ya puedes dormir una noche sin sobresaltos y sonríes frente a las fotos de los primeros baños de sol, las ojeras, la cuasi colisión de la andadera o los chichones en serie. Por supuesto, si la tarea es compartida, entonces el balance es un espacio para reír y reírse de cuán pavosos, temerosos, ridículos, emocionados, sorprendidos y extasiados nos sentimos frente a la baba, los primeros pasos, la primera fiebre, los cólicos, la primera sonrisa y las miradas de amor del carajito. Ni hablar frente al primer te amo con voz de promo a lo discovery kids. Tengo la fecha registrada, por cierto.

Roberto me comentó que las mujeres embarazadas nos convertimos en unas camioneras. Después de un análisis sesudo, creo que realmente lo que falta es el camión. Hay que verse frente a frente en la cama y en la vida con una parranda de progesterona, hormonas y sensibilidad a flor de p(h)iel. Pobrecitos hombres, los compadezco. Ahora que lo pienso bien: si cuando nacen los bebecitos llevamos regalos a la madre y al neonato, uno debería entonces llevarle un regalito al bebé cumpleañero y otro al papá. Prometo hacerlo de ahora en adelante. Conozco muchos padres y papacitos que se lo merecen. Los que no se lo merecen generalmente no están en ninguno de los escenarios anteriores, así que no hay que comprarle nada, ni siquiera un robot en Zoco.

Un bebé es una noticia feliz. Qué rico cuando detrás del anuncio se arma una confabulación maravillosa donde toda la gente que te rodea se esmera en decir y transmitirte lo más sublime, estimulante y alegre que pueden brindarte. Si además de las celebraciones familiares y amistosas, el papi te lleva a celebrar al Mediterráneo porque ese es el restaurante donde celebras al amor y las buenas noticias, entonces la ruta de los buenos recuerdos comienza más temprano. Eso se agradece y es una muestra asertiva de que el papi en cuestión sobrevivirá al embarazo.

Cuando preguntamos por las andanzas del bebé siempre lo hacemos en términos de aptitud biológica: ¿come solo? ¿camina? ¿ya gatea? "ya está montándose en la mesa", "ya puede tomarse el tetero solito". Cuando hablas con otros padres y madres los cuentos recrean un strip de Maitena. Para los que no tienen chamos calarse estas pendejadas apresura la llegada de los bostezos, por supuesto.

Desde las náuseas matutinas, los mareos, antojos, dolores, llantos, alegrías súbitas y depresiones de nano segundos, un desmedido y urgente apetito sexual y la sensación de percibir los sonidos y los olores como si nos transformáramos en vampiros, hasta los pañales, las emergencias y los miedos nocturnos: contar con la sonrisitas, las primeras ideas, volver a las comiquitas, llorar el primer día de clases en el preescolar y todo lo demás: definitivamente es surrealista, hermoso, absolutamente valiente, responsable y maravilloso tener un bebecito.


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