2020/09/27

Otoño en Nueva York, el amor y la travesía hollywoodense de Linda Lovejoy



Central Park, los árboles amarillentos y las hojas que cubren el suelo son parte del patrimonio del imaginario inconsciente universal para reflejar la llegada de septiembre. No obstante, tampoco soy tan predecible. En mi caso, la imagen del amor, por ejemplo, no es París. El amor, para mí, es el Tartufo que comí en el Bar Tre Scalini en Roma, y cuya experiencia me marcó al punto de no volver a probar otro el resto de mi vida. A eso le llamo "fidelidad de imaginario" a toda prueba.

En Otoño en Nueva York (Chen, 2000) la fórmula era perfecta para retratar al milenio asomándose a la ventana. Ella, joven hasta el absurdo. Él, maduro, famoso y adinerado. Luego, el argumento era tan simple que fue necesario aderezarlo con sufrimiento, enredos de comedia española del Siglo de Oro, entuertos y malentendidos.  Por supuesto que Richard Gere comprará un vestido a la desconocida y la hará sentir princesa por una noche, para deleite y consuelo de sus Julia Roberts repartidas por el mundo. Sin embargo, en esta entrega ella tiene el corazón roto y morirá pronto. Luego, ¿para qué pensar en el futuro? El mañana no existe. 

El remate es predecible. Un último guiño rememora la muerte -abrupta también- de Jenny Cavilleri en un hospital cubierto de nieve, mientras que el adolorido protagonista de la novela más famosa de Erich Segal, lamenta que su amada haya partido tan pronto ¡Y pensar que esa relación marcó a toda una generación de enamorados en los años 70! En Love Story, (Miller, 1970) el amor es un bastión de lucha contra los convencionalismos, inmune ante las disculpas y víctima del tiempo. No hay tanta diferencia entre historias que se cuentan con más de treinta años de distancia.

Todo viaje (psicológico o físico) implica una aventura frente a lo desconocido. Por eso, cuando Linda Lovejoy pisa por primera vez Los Ángeles, sabe que ya no volverá a ser la misma. Ella es esa mujer "inocente" que tiene una banda sonora compuesta por George Gershwin en la cabeza, que sueña con las estrellas del cine clásico norteamericano, que se espanta por momentos frente a la realidad de un escenario que no luce tan mágico ni tan glamoroso como esperaba. Sin embargo, eso no detiene la posibilidad de recrear sus fantasías y vivirlas hasta el aburrimiento. 

En Linda Lovejoy. Aprendiza de diva, la novela que se puede leer en el site de la querida y admirada escritora española Paloma Corredor, la tensión narrativa obliga al desconcertado lector a sentarse a armar las piezas del rompecabezas que le llevará indefectiblemente al despertar del sueño. La escritura de Paloma no solo es diestra: ella sabe que morimos de ganar de saber qué está pasando en realidad. 

Linda Lovejoy es una deliciosa oportunidad para reír, asombrarse y saborear un poco de glamour decadente en un mundo azotado por la hiper corrección y las falsas apariencias. Al final, todas nos caemos y cuando nos convencemos de que nadie más podrá auxiliarnos, no nos queda otra que levantarnos y sacudirnos la tierrita... ¿O no?


Dakmar Hernández. 2020.

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