2020/09/20

La loca de la casa tampoco viaja en moto



Así como otras seducían agitando melenas rubias o largas piernas, 
a mí siempre se me daba mejor cuando contaba cosas. 
Para que un hombre me atrajera de verdad, 
yo tenía que creer que nos comunicábamos.

Rosa Montero. La loca de la casa


En muchísimos aspectos de mi vida, sigo siendo una niña. Me enamoro a través de los sentidos, envuelvo en papeles de regalo y halos fantásticos algunas experiencias, subo al pedestal a la gente sin que haya corrido ni siquiera la carrera; eso, aun cuando me quede después con el dorado en las manos, como advirtió Flaubert. 

Hace unos meses, hice mi primer (y único, hasta ahora) viaje en moto. Fui copiloto (de las mejores, valga decirlo) y realmente disfruté el no tener que hablar durante horas. El paisaje era increíble; a ratos parecía formar parte de las locaciones de Breaking Bad (sin el filtro amarillo, claro); en otras, una carretera de Wenders; un pueblo maravilloso, perfecto, mágico o un café de película de Tarantino. Mi compañero y yo no teníamos nada en común, pero esto no resultaba tan incómodo, ya que debíamos comunicarnos solo lo necesario. No obstante, me llevó a lugares hermosos, atravesamos tres estados, me invitó a comer en locales preciosos y finalmente deshizo con gestos torpes, primarios y desesperados, lo que pudo haber sido la velada romántica de dos viajeros exhaustos y felices. 
No obstante, me enamoré. 
¡Por supuesto que hablo del viaje y de la moto!

En 1998, quedé atrapada por la escritura de Rosa Montero. Las historias cruzadas a lo Altman que componen su libro de relatos, Amantes y enemigos, se convirtió durante un tiempo en una especie de catecismo amoroso que reflejaba algunas de mis dudas, mis miedos e inseguridades y como no, de mis búsquedas de aquellos entonces. A Montero la admiro y por supuesto que la leo regularmente; Rosa es de mis favoritas. 

Esta vez, volví a las páginas donde la protagonista es la imaginación o la "loca de la casa" como refirió Santa Teresa de Jesús. Rosa la convoca como la inquilina, la compañera, el límite en algunos casos o el espacio que todo escritor desea alcanzar. En este ensayo, Montero combina de manera magistral las ideas y principios de escritores y críticos, novelas clásicas, nombres olvidados o poco conocidos, para aclarar el panorama sobre la creación, la escritura, la creatividad, el arte y la vida. 

La literatura es un camino de conocimiento que uno debe emprender cargado de preguntas, no de respuestas.




Escribir y leer salvan la vida. El amor (correspondido o no) también puede salvarte o hundirte, pero lo que nunca dejará de hacer es alimentar con pasión, indiferencia o tragedia a una buena historia. Amar es lo más parecido a sentirnos eternos, asoma la autora. Por eso, y porque es inevitable, Ella conoce a M: Sobrio, tímido, inteligente. Pero Ella, la "solo palabras", no consigue comunicarse con Él. Su relación, llena de entuertos y malos entendidos, ni siquiera puede atravesar la barrera del  idioma. Sin embargo, la historia trunca de este amor que la conduce al vacío no una, si no varias veces, la llevará a descubrir aspectos de sí misma que luego el tiempo o la ficción narrativa se encargarán de solucionar. 

Con la idea firme de comprarme una moto -una muy vintage, por favor- salí a dar una "vuelta de prueba" una vez creí hallar la indicada para comprobar que efectivamente, aquel enamoramiento era más que un impulso, una decisión. No tenía ni diez minutos rodando y sentí que me iba a romper del miedo. No podía concentrarme en el camino, tampoco podía dejar de recrear continuas escenas terroríficas en donde todo terminaba mal. Ni siquiera mi mente acelerada y sincrónica trató de convencerme, así que desistí.

Quizás algún día sea otra vez la copiloto y con suerte mi acompañante hable hasta por los codos, como yo. Puede que Él detenga la moto en medio de una carretera solitaria, con montañas que lucirían doradas bajo el sol de la tarde y me bese apasionadamente ¡Todo es posible en el terreno fértil de mi imaginación!

"La ansiedad no puede viajar en moto aún", me dije. "La loca de la casa, tampoco".  



No hay comentarios: