2020/09/09

Secuestro emocional: Las huellas del maltrato en la edad adulta

El maltrato, en cualquiera de sus formas, imprime huellas y heridas que aunque se conviertan en cicatrices, reciban tratamiento o se ignoren con el paso del tiempo, se hacen visibles en acciones cotidianas y en la estructura de funcionamiento desde el Yo adulto. Más allá de los intentos de sanar las huellas de la infancia, muchas de las decisiones o actitudes que tenemos como "gente grande", puede que estén signadas bajo la sombra de nuestro pasado.

Por una de esas bonitas sincronías del Universo, tuve el placer de conocer a la psicóloga clínica Rosa Chávez. Ella es una de esas mujeres que te mira de forma cálida, te sonríe mientras habla, te reconforta. Tras una breve conversación -me imagino que producto de sus años de experiencia- me regaló uno de sus libros: Los padres malabaristas

Antes de comenzar a leer, la busqué en Google. Supe de sus premios, reconocimientos, los estudios que ha realizado en muchísimos campos de terapía holística y su misión de servicio con niñas, niños y mujeres víctima de maltrato. Si bien recibir el libro me dibujó una sonrisa en el rostro, al recordar los años maravillosos que pasé como articulista de la sección "Hijos" de la revista Todo en domingo, del periódico El Nacional (Venezuela); una de las secciones del libro me resonó profundamente: como los hijos de padres abusivos no sabemos cómo imponer límites sanos y criamos a partir de la culpa. Tragué grueso y leí todo el libro de un tirón. 

Recordé a mi ex terapeuta, que es uno de mis mejores amigos, y cómo me ayudó a identificar y tratar de superar mis síntomas de ansiedad. El 2019 fue un año bastante intenso, sin duda. Pero como en todo proceso donde tratas de aliviar los síntomas, la causa de mi enfermedad seguía allí, oculta. No fue hasta este año, -cuando volvieron mis ataques de pánico, producto de una experiencia totalmente aleatoria- que pude evidenciar que mi ansiedad o el insomnio no eran el resultado de mis ejercicios de escritura nocturna, de ver tres o cuatro películas seguidas, de estar pensando en miles de cosas, proyectos y libros como si Ulises viviera en mi lóbulo frontal. Cuando tenía más de un año de estar completamente sobria, de no salir con nadie y de actuar como una quinceañera insegura, hice un curso de codependencia y allí, en medio de uno de los ejercicios de visualización, apareció mi papá. 

Desde que tengo memoria, fabriqué ironías para justificar cuando era la codependiente que ignoraba o la mendiga que suplicaba amor a alguien que apenas conocía. Me mentí, mentí a otros, rogaba por atención o despreciaba con rigor absoluto cualquier muestra de afecto. 

Buscaba a mi papá. Al que no tuve, al que me pegó, abusó, me trató mal durante los primeros quince años de mi vida y se convirtió en la sombra que evité, convoqué, supuse y sufrí durante casi toda mi existencia. No hay antidepresivo que pueda eliminar el secuestro vital que supone que el hombre que más te deba querer en el mundo, te maltrate y te haga sentir que no vales nada. Pero puedes aprender a vivir con eso, y seguir adelante. 

No soy una víctima. Ese papel lo jugué hasta hace poco, cuando creí que no iba a ser capaz de superar esto. Soy una mujer hermosa, inteligente, divertida, con un corazón que posee su propia de red de neuritas sensoriales y que poco a poco, transita el camino de la recuperación. Hace muy poco tiempo, conocí a una persona maravillosa, creativa, amorosa, a la que le dije que no me buscara más después de una semana de aceptar que saliéramos. ¡Tanto desear coincidir con la persona correcta y cuando aparece, sabes que eso no es lo que estás buscando! Como en una película protagonizada por Julia Roberts, este hombre maravilloso me entendió y ahora es uno de mis mejores amigos. Cuando encuentras a alguien que te hace reír hasta llorar, no creo que quieras dejar de estar en contacto, nunca. 

Pedí una cita con Rosa. Ella es experta en heridas y huellas de infancia y no se apoya 100% en la medicación tradicional, aunque sabe que en algunos casos, puede servir de ayuda transitoria. Antes de llegar con ella, tuve una experiencia mística con una chamana, quien también me habló de mi papá y de la culpa y el dolor que me atravesaban mortalmente el corazón. Todas las señales apuntaban a lo mismo. Ya no podía seguir evitando encontrarme de frente con mi mayor temor. Mis hijos están creciendo y ya no necesitan a una madre 100% protectora, requieren de un adulto que los acompañe y los nutra. Los dos son seres dulces, maduros, resueltos. Yo, como afirma el Dr. Jeffrey Thompson, necesito con urgencia  "aprender a bailar con el Universo". 

Los padres malabaristas puede convertirse en una guía útil para resolver las situaciones más comunes en la crianza, pero también aborda de manera amable y muy completa los retos que supone la disciplina en positivo, tener hijos con TDHA, con problemas de adicción, de comportamientos "incontrolables" y mejor aún, funciona como una invitación a revisarnos como padres y entender que no hay nada mejor para un hijo que un padre que invierte tiempo y esfuerzo en su propia sanación. 


Para quienes desean conocer a Rosa, esta es su página. La recomiendo con el cerebro de mi corazón. 



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