2020/10/23

La señora de la Generación Halley y La Guerra de Mini-t-ks


 
¡Al que me venga a decir lunática, le doy un rodillazo en las bolas!, gritó Ana, con los puños cerrados. No hubo respuesta a su amenaza, pues hablábamos del cielo y las estrellas entre nosotras y no creo que alguno de los "compañeritos" que jugaban o se empujaban en el ruidoso patio nos haya escuchado. Faltaban pocas horas para el paso del Cometa Halley, ese suceso inolvidable para quienes tuvimos la oportunidad de verlo -en 1986- y especialmente para mi madre, pues esa tarde me corté todo el cabello sin su permiso y agarró una de las arrecheras más memorables de su vida.

Yo era de las grandes del colegio, la solista de los actos escolares y la persona menos popular en cuanto a físico se refería. Mi desarrollo fue tardío, usaba unos lentes absurdamente gruesos, "no tenía carne ni para una empanada" y ahora, para colmo de males, me había despojado de manera autodestructiva de mi maravillosa melena colmada de rulos que tornaban en rojo ante el menor contacto con el Sol. Ya no escuchaba a Menudo (me tocaría volver a ellos con mi hermanita menor sobre los hombros) y prefería, entre otras cosas,  el "rock venezolano" que compartía con Alejandra, Maleja, mi mejor amiga. Era insegura, inteligente, lectora voraz y rebelde hasta el desconcierto. Tenía 12 años y era insoportable.


The Trop*, Sandy Lane, Farenheit, Betelgeuse
y New Way eran algunas de las minitecas más famosas en Caracas. Cada una funcionaba como un soundsystem móvil y para quienes no teníamos edad para entrar a las discotecas, aquello era la expresión del cielo en la tierra. A pesar del control férreo de mi mamá, pude ir a un par de matinés en los que había minitecas y cuando cumplí mis 15 años, parte de ese "pase de la adultez" fue poder asistir a una súper fiesta donde conocí a un muchacho guapísimo que hasta me besó

En los años 80, Venezuela contaba con una sólida estructura de difusión de su talento local. Franco de Vita, Rudy La Scala, Yordano, Adrenalina Caribe, Marlene, Melissa, Ricardo Montaner, Pablo Manavello, Frank Quintero, Guillermo Dávila y Karina eran parte de una gran movida pop que atacaba con igual fuerza la radio y la televisión. Justo para sellar el paso del cometa, se estrenó en Venezuela la película Generación Halley, una especie de extenso videoclip o Video Music Art producido por Sono Rodven y que contaba con la participación de nuestra reina de rock endógena, Melissa. Con ella cantamos a Annie Lennox versión caribeña, hablamos de relaciones que se quedaban en moteles que no conocíamos y formamos parte de una especie en extinción. Todavía faltaba un poquito para que saltaran del underground el trío súper poderoso del rock nacional: Zapato 3, Desorden Público y Sentimiento Muerto. Eso, sería otra historia.

Inspirada en una miniteca de nombre Halley Generation, el soundsystem outsider de un grupo de residentes de Parque Central, ese enorme complejo que fue bello y modernísimo alguna vez, se reflejó ese momento tan particular de una parte de la sociedad venezolana absolutamente alejada del Viernes Negro, concentrada en ir a la playa, cantar canciones alrededor de la fogata, enfrentarse a los Punks e ir a conciertos en el Poliedro. El intento de representar la "realidad" no escapó a los clichés del país productor de telenovelas: El embarazo precoz, las drogas, la muerte prematura de una madre, la búsqueda del amor adolescente. En el campo de la fonética, este es un documento invaluable para atisbar a nuestros registros, "aunque nunca lleguen lejos estos pavitos, con ese rock, ese tuqui tuqui y la brincadera".

Con Melissa aprendí a cantar que no era una señora. Amaba sus outfits de lycra y cuero, aunque a veces pareciera la versión tropical de Tarzan Boy. Ella era una flaca que amaba su cabello salvaje en un país de misses y mujeres que todavía se planchan el pelo para ir a La Guaira. Aún me conmueven sus letras, como en Me estoy sintiendo sola. La ventiúnica vez que la vi en persona y pude hablar con ella, por supuesto que no me atreví a tomarle una foto ni pedirle un autógrafo. 

*Nombre con que aparece en la película. The Drop en las calles de Caracas. 

3 comentarios:

CESL dijo...

Excelente crónica Dakmar. El único detalle es que la miniteca se llamaba The Drop. Besos!

Resurrecciones dijo...

Muy bien escrito corazón, una breve crónica de un tiempo insuperable. Ya en el 86' estaba en República Dominicana. Abrazos

Dakmar Hernández dijo...

Vi The Trop en la película, pero gracias, ¡lo edito!